El autor, una de las máximas autoridades en materia de propiedad industrial, se pregunta cómo enfrentar y salir del síndrome de quedar en el segmento de los países que no alcanzan clasificación en las estadísticas de desarrollo. México, dice con tristeza, siempre se mantiene en el grupo de “others”
Por Mauricio Jalife
La gráfica de producción de tecnología patentable se proyectaba sobre la pantalla y con claridad se podían revisar las grandes rebanadas del pastel que correspondían a Estados Unidos, China, Japón y Alemania. Al final, una pequeña rebanada, que representaba 6%, era para los otros …y ahí estaba México.
A nivel regional, nuestras cifras de presentación de solicitudes de patente también palidecen cada año. Estamos muy atrás de Brasil y Chile ya nos superó.
Nuestro número de solicitudes anuales, entre universidades, centros de investigación, institutos de gobierno, empresas e inventores independientes apenas roza las 1,600.
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Si consultamos el Índice Global de Innovación que publica la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual 2023, nuestro país ocupa el lugar 58 de 132, lo que contrasta significativamente con el lugar 16 de nuestra economía en el mundo.
Esto es el inicio de una caída libre de México en todos los indicadores, respecto del reporte previo de 2018, que mapea la innovación regional y por país.
El factor COVID, tiene una influencia decisiva en el periodo de análisis, pero no tanto en la disminución de la actividad de investigación y desarrollo, sino en la reorientación de los esfuerzos hacia campos emergentes. No sólo el área de salud ha sido beneficiaria del reacomodo, sino las aplicaciones y plataformas digitales.
Un componente interesante del Índice es la capacidad económica de cada país. De esta manera, la comparación en crecimiento no se hace frente a economías asimétricas, sino entre pares.
Nuestro país está perdiendo inercia en la generación de innovación que, en otras épocas, era impulsada, por ejemplo, por la industria de autopartes.
El retiro casi total de subsidios gubernamentales a tareas de investigación empieza a reflejar su desaceleración. La desaparición de algunos de los fideicomisos orientados a este fin y la expulsión del Sistema Nacional de Investigadores de los integrantes del sector privado explican parte de la nueva realidad.
En esta lectura es relevante recordar algunas premisas. La primera es que la innovación y el desarrollo son una simbiosis probada. La segunda es que la construcción de un ecosistema de innovación no se gesta de forma repentina, se construye paulatinamente reforzando las debilidades.
Finalmente, gran parte de la innovación de un país es de consumo interno, con soluciones adaptativas que sólo los locales pueden generar para sus requerimientos.
Los indicadores analizados revisan áreas tan sensibles como instituciones, infraestructura, capital humano en
innovación, desarrollo del mercado, producción de conocimientos y tecnología, desarrollo empresarial y productos creativos, es decir, una visión en conjunto del ecosistema de innovación que permite espejearse frente a los demás países, e identificar áreas fuertes y débiles para contar con un diagnóstico puntual.
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Un reciente estudio del Instituto para el Desarrollo Industrial y la Transformación Digital (INADI) cuestiona: ¿Cómo utilizar la innovación como herramienta estratégica para atraer inversiones?
Este despliega siete líneas de acción para alcanzar el objetivo. El primer escalón exige una política nacional de innovación que la posicione al centro de la agenda, que trascienda gobiernos temporales y tenga sostenibilidad.
En segunda instancia, enfocar la innovación a misiones estratégicas, con un cambio de perspectiva que saque a la innovación de ser una partida más del presupuesto nacional esto es y atienda las necesidades de la gente y del país.
El reporte establece que debemos conceptualizar a la innovación como una poderosa herramienta para apoyar la industrialización de México y proveer de soluciones a problemas nacionales como la inseguridad, la pobreza, la insuficiencia alimentaria o la necesidad de incrementar la oferta de energías renovables.
Como tercera línea de acción, el INADI propone asumir que la innovación se guía por soluciones que mejoren la calidad de vida de las personas. En esa lógica es indispensable promover una cultura de la innovación y el emprendimiento desde temprana edad dentro del sistema educativo y hasta la educación superior.
Otro importante vector es que para lograr que la innovación sea un factor de atracción de capital, es necesario adoptar un enfoque sistémico creando las condiciones para atraer inversiones mediante el fortalecimiento de un ecosistema de innovación. Esto implica alinear los apoyos financieros, crear clusters tecnológicos y generar capital humano.
Si nuestro país aplica la receta, podríamos avanzar del lugar 58 en el ranking de innovación de la OMPI y recuperar una brújula que costó mucho tiempo crear.
Muchas veces, elegimos desestimar los índices de competencia entre países sin repasar sus resultados y los inversionistas, tanto domésticos como extranjeros, los revisan porque de ellos se desprenden notas precisas sobre el clima de negocios.
En México las empresas y los investigadores tienen tareas pendientes para construir un país creativo, competitivo y legal. Y aspirar, en algún momento cercano, a dejar de ser “…others”.