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“Heredarán el viento”

Por Juan Luis González Alcántara Carrancá, Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

Así es, la única “verdad” –inmutable y, sobre todo, incuestionable– es que el mundo y la humanidad fueron creados como reseña el Génesis

En 1960, el director norteamericano Stanley Kramer dirigió la adaptación cinematográfica de la novela de Jerome Lawrence y Robert Edwin Lee, Inherit the wind. La trama suena a pura ficción y vista a los ojos del siglo XXI resulta increíble de admitir. En un apacible condado rural del sur de los Estados Unidos llamado Hillsboro, un sencillo profesor de secundaria se da a la tarea de enseñar en la clase de biología la teoría de Charles Darwin sobre el origen de las especies y, en forma particular, aquella parte en la que el naturalista inglés sostiene que el ser humano desciende de los simios. Esto lo confronta con una población mayoritaria y profundamente religiosa, incluidas las autoridades locales, estas últimas ejecutan una ley estatal que prohíbe a todas las escuelas públicas de la entidad enseñar cualquier teoría sobre el origen de la especie humana que contradiga la versión bíblica.

Así es, la única “verdad” –inmutable y, sobre todo, incuestionable– es que el mundo y la humanidad fueron creados como reseña el Génesis. Cualquiera otra forma de pensar, de acuerdo con la mayoría constituye delito y blasfemia, una conducta prohibida que combina sin distinción a la ley civil y al dogma religioso. Hillsboro se vuelve el hazmerreír de los Estados Unidos calificando el proceso legal en contra del profesor –ahora delincuente– como el Monkey Trial, el juicio del mono.

La causa legal confronta a dos prestigiados abogados. Uno de ellos llama poderosamente la atención: el defensor de la causa mayoritaria es un personaje que ha sido tres veces candidato perdedor a la Presidencia de los Estados Unidos y quien más parece un predicador que transforma el foro jurídico en arena política. El veredicto está dictado de antemano, entre incitaciones al linchamiento y la cerrazón pura, el profesor es condenado.

En un pasaje de la historia, el juez de la causa se ve presionado por los factores políticos: el alcalde de Hillsboro –personaje que en dos ocasiones demuestra temor hacia el Gobernador del Estado– le exige al juez que el asunto debe concluir, a lo que éste responde: las obligaciones que tiene son con la ley. La respuesta del alcalde es clara y sin tapujos: “te recuerdo que en noviembre hay elecciones”.

La novela se basa en un hecho real acontecido en 1925 en la causa Scopes v. Tennessee. Y de las muchas lecciones que nos deja, podemos destacar que, la ignorancia sólo genera odio y fanatismo. Una ignorancia grosera que no disimula el desconocimiento de la tesis darwiniana y que acepta sin cuestionamiento la versión bíblica. Una simulación de juicio -con jueces electos y sumisos- de la población en el que la mayoría sólo quiere ver sangre y fuego: la primera es la del acusado y el segundo la del infierno en el que arderá.

En la trama hay un periodista sarcástico quien representa a los medios los cuales, por cierto, resultan incomodar al mesiánico abogado sureño, de quien en tono de mofa ha sido calificado como el apóstol de Nebraska.

El periodista en cuestión dice sin equívoco: “Darwin ha errado, no hemos evolucionado, seguimos siendo monos”. Cuando la verdad y la razón ya no importan en la justicia y en ella se impone el dogma de las mayorías furibundas estamos -como entonces- en serios problemas. Nada es casualidad y la frase sobre la que se basa el título de novela es claro: “quien perturba su casa, sólo heredará el viento”. Esto es, nada, el vacío.