Por: Hugo Antonio Castellanos Leyva
Hace poco más de 30 años una expectativa de interés crecía con cierto miedo, preguntábamos ¿Cómo era? Al entrar al aula esta dejo de ser tal y observe a un personaje cauto, sapiente, elegante para transmitir conocimientos y discreto aun cuando era el señor Doctor y su curricula era amplísima. El semblante visto día a día en su cátedra, como hasta hoy que se le ve caminar a su aula, es la de un maestro dedicado, paciente, coherente y con una paciencia que al día de hoy es parte de su sello característico.
No sólo llega a la Facultad de Derecho por gusto, sino porque en su segunda casa impone las reglas de su interés direccionadas a que el Derecho Penal se afinque en los noveles abogados que caminan hacia un futuro, no solo como una materia, sino como una meta de vida ¡Lo logra!
Su proyección es esencial para algunos otros catedráticos que, sin decirlo, estoy seguro le envidiamos y seguiremos haciendo, su porte; está en una esencia de perfección de salud mental y física y no denota cansancio alguno, esa disciplina que se le observa sigue intacta a sus 71 años como docente y a 97 de edad, hoy le agradezco infinito sus enseñanzas que en parte me inspiraron para dar clase y le honro con gran gusto, un aplauso para él.