Por César Roberto Hernández Aguilar

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Bullying y generación de cristal

Por César Roberto Hernández Aguilar

Un sector de la sociedad etiqueta a los niños, niñas y adolescentes de hoy como “generación de cristal”. Se les pone ese sobrenombre con el argumento de que no soportan lo que generaciones anteriores sí pudieron y que incluso les sirvió para moldear su carácter, por ejemplo, bromas, novatadas, o rituales de iniciación para ingresar a un grupo de pertenencia. Se dice que eres más fuerte si pasaste por este tipo de procesos.

Esto solo significa una cosa: el bullying o acoso escolar siempre ha existido. La diferencia es que antes era invisibilizado como problema social e incluso consentido por la sociedad. Los niños agresores a veces eran señalados como fuertes, líderes, y personas que en el futuro no se dejarían intimidar por cualquier persona. Mientras que las personas que sufrían ese tipo de acoso eran tildadas de débiles y sin carácter.

Producto de la era de las redes sociales y medios digitales de información, cada vez es más visible el fenómeno del bullying porque se han mediatizado lamentables sucesos donde niños, niñas y adolescentes han sufrido lesiones y afectaciones psicológicas graves e incluso algunos han perdido la vida, a causa de que otros compañeros de la escuela les han hecho lo que en otras épocas solo sería visto como una simple broma. Debido a estos casos mediáticos se ha generado interés en el problema y en cómo solucionarlo.

Pero este artículo no tiene el objeto de evidenciar lo que es obvio, sino de dar alternativas de prevención para dos actores involucrados directamente en el problema: escuelas por un lado y madres y padres de familia por el otro. Me enfoco en la prevención porque la cultura de la sanción para el caso de adolescentes solo ha servido para categorizarlos y excluirlos. Las redes sociales han sido útiles para visibilizar el problema del bullying, sin embargo, también lo han sido para estigmatizar a los adolescentes de violentos y fomentar prácticas punitivas como la reducción de edad para la responsabilidad penal o el aumento de penas para los adolescentes.

Las políticas de prevención son más costosas porque requieren capacitación e infraestructura, pero garantizan que esos niños, niñas y adolescentes que hoy son criminalizados, puedan crecer en un entorno educativo y social adecuado para que tengan sano desarrollo de su personalidad. Por otro lado, apostar por las políticas de prevención traslada el problema del bullying a las personas que tienen papel de garantes y con el poder para reducir los trágicos resultados que se observan en medios de comunicación.

Para esto, es indispensable saber que el bullying implica tanto agresión como exclusión. Es un actuar por acción u omisión reiterado dentro del contexto escolar que puede generar daños físicos, psicológicos, sexuales y patrimoniales hacia los niños, niñas y adolescentes que sean víctimas de este fenómeno.

Para el caso de las escuelas, una de las primeras obligaciones es el cumplimiento de protocolos cuya aplicación obligatoria desconocen muchos padres y madres de familia, y que están relacionados con la prevención, detección y actuación en casos de acoso escolar, maltrato infantil y abuso sexual. Algunos de estos protocolos incluyen el fomento en los alumnos de la convivencia sana, la importancia del desarrollo de las habilidades sociales y emocionales, generación de espacios donde siempre esté abierto y visible, y tomar nota de manera constante respecto de los cambios de comportamiento que el personal docente pueda observar. Favorecer las condiciones de entorno sano con la debida vigilancia escolar puede ayudar a reducir la posibilidad de acoso escolar.

No debemos olvidar que, si el bullying trasciende a la esfera emocional o física de la víctima, la escuela debe acreditar que actuó con debida diligencia, y solo lo logrará si identificó con éxito los factores de riesgo personales, familiares o de la comunidad y actuó en consecuencia para que el niño, niña o adolescente no sea excluido ni agredido por sus compañeros. Muchas personas desconocen que se puede demandar a la escuela a través de una figura conocida como responsabilidad civil extracontractual subjetiva y en vía penal, si son los docentes son quienes excluyen o acosan a los alumnos, se pueden actualizar ciertos delitos que ameritan penas de prisión.

A propósito de quienes ejercen la crianza de los niños, también tienen responsabilidad en la prevención del bullying. Los protocolos indicados instruyen que siempre estén al pendiente sobre los cambios de comportamiento de sus hijos, desarrollar en ellos la cultura del autocuidado, estar presente de manera activa en la escuela y reportar cualquier indicio o mínima señal de acoso escolar.

Cuando los padres y madres ignoran cualquier cambio mínimo de comportamiento de sus hijos, o bien, lo cuestionan por su aparente debilidad ante los comportamientos de sus compañeros de la escuela, pueden correr el riesgo de dejar en total estado de desprotección a una potencial víctima de bullying.

Finalmente, nunca debemos olvidar que los trágicos acontecimientos relacionados con el bullying iniciaron con pequeñas bromas. Asumir la responsabilidad como padres y docentes, conocer y cumplir con sus obligaciones puede ayudar a mitigar este problema social que afecta al futuro de México.

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