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Recordando a mi abuelo, el ministro Franco Carreño Gómez

Por Franco Carreño

Nació en San Luis Potosí en 1898, estudió en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, donde obtuvo el grado de Doctor en Derecho, siendo posteriormente profesor y además sustituyó en Sociología, al maestro Antonio Caso, al ser electo como Rector de la entonces Universidad Nacional de México.

Tuvo prácticas profesionales en sociedad con el Doctor Luis Garrido. Fundó el Sindicato de Abogados del Distrito Federal y fue autor de varios libros de derecho además de varias novelas cortas que se publicaron en “El Universal Ilustrado”, dos de ellas, La Ruta de las Almas y El Ídolo Roto, fueron premiadas y editadas por esa publicación en los años de 1924 y 1925 respectivamente.

En el periodo revolucionario dos de sus hermanos fueron asesinados: Aurelio Carreño, emboscado por tropas al mando de Magdaleno Cedillo en 1916 y Hermilo Carreño, quien fuera Gobernador Interino de San Luis Potosí, y que fue fusilado en el panteón del Saucito en 1923 por orden de Saturnino Cedillo. Otro de ellos, Pedro Carreño, fue el primer Tesorero del primer gabinete de Don Venustiano Carranza, padre del reconocido periodista José Carreño Figueras, hoy colaborador de El Heraldo de México.

En el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas del Río es designado secretario General de Gobierno de San Luis Potosí en el gobierno provisional que encabezó el general Genovevo Rivas Guillén, cuando con motivo del levantamiento de Saturnino Cedillo en 1938, se desaparecieron los poderes del último gobernador cedillista, el coronel Mateo Hernández Netro. Así mismo, fue subprocurador General de Justicia de la Ciudad de México.

En 1941 es designado ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación hasta el día de su retiro en 1964. En diciembre de 1957, junto con el profesor Ramón Alcorta, Ignacio Gómez del Campo, Manuel Nava, Alberto Guerrero Anaya, y Cipriano Izquierdo formaron el Frente Reivindicador de la Ciudadanía Potosina, que fue el fermento inicial para combatir el longevo cacicazgo de Gonzalo N. Santos.

Tuvo como colegas a Don Manuel Bartlet Bautista, padre del actual director General de la CFE; a Don Mario Pardo G. Rebolledo, abuelo del actual ministro José Pardo Rebolledo, a quién estimo y respeto, así como al maestro Felipe Tena Ramírez, entre otros destacados juristas.

Varios de los secretarios de estudio y cuenta que colaboraron en su ponencia llegaron a ser ministros de la SCJN, entre otros están Eduardo Langle Martínez, Enrique Martínez Ulloa y José Vicente Aguinaco Alemán, primer presidente de la Corte después de la reforma de 1994.

Como abuelo siempre fue una figura que imponía respeto y conocimiento de la vida, pero con una manera especial de hacerte sentir querido; recuerdo su biblioteca con un piano que, creo que nadie tocó, pero era una gran diversión jugar a ser pianista. En varias ocasiones me preguntó qué quería estudiar, y sin pensarlo, le decía: ¡Licenciado en Derecho! Un poco por mi aversión a las matemáticas y luego convencido de esa vocación. Lamentablemente su muerte no le permitió verme ingresar a nuestra querida Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Mi padre, también abogado, maestro fundador de la ENEP Acatlán y presidente de la generación 1965-1969, sintió alivio y alegría que su hijo fuera aceptado.Disfruté mucho mi paso por la Universidad forjando grandes amigos, maestros generosos de una gran vocación para transmitir sus conocimientos y nutrirse a la vez con las nuevas generaciones.

Tuve la oportunidad de trabajar con distinguidos juristas como el doctor Ignacio Morales Lechuga, el doctor Diego Valadés Ríos y el maestro Marcos Castillejos Escobar, quienes fueron mis jefes y hoy me honro de contar con su amistad. De mi querido maestro Castillejos, de quien sigo sintiendo su ausencia, siempre recordaré su frase al despedirse de algún amigo o alumno: “con una súplica, que sea feliz”.

Regresando a los recuerdos de mi abuelo, tenía una mesa de amigos que se reunían originalmente en el Sanborns de los Azulejos y posteriormente en el restaurante Veranda del entonces recién inaugurado Hotel María Isabel, con una historia propia que será tema de otro día.

En esas mesas, en las que gracias a la invitación de mi padre pude conocer más de mi abuelo con amigos abogados, periodistas y jueces, quienes se reunían todos los jueves, sin falta, destacaban presencias como las de Alfonso de la Mora, refugiado de la guerra civil española; Eduardo Ceniceros, el periodista Juan Martínez Ruiz, el abogado Joaquín Ortega Arenas y la periodista Magdalena Saldaña.

El paso de la vida fue haciendo que esa mesa se redujera, pero los recuerdos perduran, como el del maestro, dramaturgo y cronista taurino Rafael Solana de quien conservo como obsequio un bello ejemplar de la biografía de Napoleón Bonaparte en francés.

La actividad profesional me alejó del mundo jurídico, aunque cada aspecto de

la vida está regido por el pensamiento y azonamiento legal. Tal vez eso me ha

ayudado a tener una visión más humana en mi labor profesional.

Tres de mis hermanos comparten la misma profesión, y mi hija Paulina ha considerado la opción de estudiar Derecho, con lo que sería la 4ta generación de juristas.

Querido “Papá Franco”, donde estés viéndonos, espero sientas el orgullo que siento de ser tu nieto.