“Trabajar con Mario no sólo fue divertido, sino muy formativo”, recuerda el autor
Por Eduardo Revilla
Mario Becerra Pocoroba (1955-2024)
Conocí a Mario a finales de 1983, un par de meses después de haber constituido el Bufete Becerra Pocoroba. La entrevista la había concertado Javier Lozano, quien me dijo que Mario necesitaba un pasante. En ese momento Mario tenía 28 años y contaba con un solo cliente, la Afianzadora Insurgentes de Juan Murguía y de Carlos Abascal, quienes le habían cedido un pequeño espacio en el sexto piso del edificio de Berlín 18 para instalar su oficina.
Me comentó que la afianzadora requería de mucho trabajo de tipo corporativo, pero que él sólo veía cuestiones fiscales, por lo que yo me encargaría de la talacha de actas de asambleas y contratos. ¿Y lo fiscal? Le pregunté. Hasta que nos caigan asuntos fiscales yo te enseño, me dijo. Poco después pactaría una asociación con Jesús Patiño. El contador Patiño necesitaba un abogado para apoyarlo en sus cursos de actualización fiscal, y Mario, de los clientes de Jesús. Así cayeron los primeros asuntos tributarios. Entre los contactos que aparecerían de esa sinergia destaca Abraham Tavel, con quien atendería por muchos años clientes en común.
Para atender la creciente demanda de recursos y litigios, Mario invitaría a la firma a un reciente alumno suyo, Luis Manuel Pérez de Acha, para encargarse de los asuntos procesales. Yo sería el pasante de ambos. En ese momento decidí mi vocación de fiscalista, aunque seguía en el tercer año de la carrera.
Para septiembre de 1985, Mario se convertiría en mi profesor de Derecho Fiscal. A unos días de haber iniciado el curso, el terremoto del 19 de septiembre dañó seriamente el departamento donde vivía con Martha y su hijo Mario Alberto, en las calles de Ámsterdam. El edificio de al lado reventaría el muro de su recámara y con él volaría un cuadro de la Virgen de Guadalupe que caería sobre la cuna de su hijo, protegiéndolo de tabiques y escombros. Su inmensa fe guadalupana lo acompañaría el resto de su vida.
A pesar de contar con 30 años y con solo cinco años en la cátedra, Mario se había consolidado como uno de los maestros más connotados de la Libre. La Escuela se había convertido en uno de sus referentes de vida más importantes. Mario ingresó a la Escuela en 1973; pocos años después sería vocal de la junta directiva y desde ahí trabajó su camino hacia la rectoría.
En 1987 se incorporaría a la firma Ramiro González Luna y Mario dirigiría mi tesis profesional; poco después me convertiría en su profesor adjunto para explicar el impuesto al valor agregado. Adquiría -en lo personal- una nueva vocación para dar clases de fiscal.
Trabajar con Mario no solo fue formativo, sino muy divertido. Son innumerables las extensas comidas en todos los restaurantes de la Colonia Juárez. Desde la Fonda del Pato hasta el Bellinghausen. La mesa de un restaurante se convirtió en un espacio natural en el que fraguó clientes, proyectos e intrincadas grillas. Ahí hizo amistades y perdió a más de una.
Yo dejaría su firma en 1989, pero en 1991, Mario sería determinante para mi incorporación a la Secretaría de Hacienda.
Hacia futuro, resultaba claro que los verdaderos socios de su firma serían sus hijos Mario Alberto y Mauricio, egresados y profesores de la Libre, y quienes la mantienen con éxito a la fecha.
Como Rector, Mario fue también revolucionario (y rebelde). Ordenó seriamente las finanzas de la Escuela, lo que permitió la remodelación integral del inmueble. También impulsó reformas al plan de estudios prácticamente intocado desde 1912. Cambió a la Escuela manteniendo su esencia. La historia de Mario Becerra no se explica sin la Libre y viceversa.
Hacia 2009 tuvimos una comida en The Palm. Me comentó que lo habían invitado como diputado plurinominal del PAN para -eventualmente- presidir la Comisión de Hacienda y Crédito Público de la Cámara baja. Le aconsejé que no lo aceptara. Obviamente me desoyó. Su labor como legislador fue compleja. Logró dictaminar reformas fiscales que él mismo hubiera vapuleado unos meses antes, como el incremento al IVA o la práctica desaparición de la consolidación fiscal.
Su paso por el Congreso lo convirtió en un abogado más visible e influyente. Sacrificaría su promesa de llevar solo temas fiscales para intervenir en asuntos más complejos y económicamente más rentables. Sus oficinas dejarían la Juárez o la Cuauhtémoc para irse a Chapultepec.
Con todo, siempre se mantuvo cerca de la Libre, su centro gravitacional. Tampoco abandonaría sus largas comidas del mediodía. Las últimas veces que coincidimos fue en el Estoril y a pesar de verse mermado de salud, la tónica de la conversación y las risas seguían intactas.
Hoy pude abrazar a su hijo Mario Alberto y a Martha. Detrás de ellos lucía sobre el féretro de mi mentor una bandera de la Escuela Libre de Derecho. Descanse en paz el gran Topes.
Su paso por el Congreso lo convirtió en un abogado más visible e influyente. Sacrificó su promesa de llevar sólo temas fiscales para intervenir en asuntos más complejos y económicamente más rentables.
DIPUTADO PLURI
En 2009, lo invitaron a ser diputado plurinominal por el pan, para eventualmente presidir la comisión de hacienda y crédito público. Como legislador logró el incremento del IVA y la desaparición de la consolidación fiscal.
ESCUELA LIBRE DE DERECHO
-En 1973 Mario inició a dar clases en la Escuela Libre de Derecho y su labor destacó.
-Años después asumió el puesto de vocal de la junta directiva, camino a la rectoría.
-Como rector impulsó reformas al plan de estudios de 1923 y ordenó las finanzas.