Por Victor Hugo González Rodríguez
El 15 de septiembre del año 2024, se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Decreto que da sustento a la llamada Reforma Judicial. La principal incorporación fue la elección de Ministras y Ministros, Magistradas y Magistrados, Juezas y Jueces a través del voto popular. Así, el 1 de junio tendrá lugar la primera elección de personas juzgadoras en el país.
Elegir a quién debe juzgar en una sociedad, no es una tarea fácil, implica diversos aspectos con los que en adelante la sociedad mexicana debe convivir. Los principales son: la información y, la participación ciudadana.
Para que las personas que decidan votar puedan hacerlo, deben estar informadas no sólo de los perfiles de los candidatos que aspiran ocupar el cargo de personas juzgadoras en su comunidad, además, y tal vez más importante, es imprescindible que la gente comprenda qué hacen las juezas y los jueces.
Las personas juzgadoras integran uno de los tres poderes de la Unión y su función es la administración e impartición de justicia, es decir: aplicar la ley en casos en particular, donde una o más personas llaman a la puerta de la justicia para que un tercero resuelva quién tiene la razón y, hecho que sea, se haga cumplir la decisión, incluso a través de la fuerza.
La impartición de justicia es el medio idóneo con que una sociedad democrática y de derecho cuenta para evitar que se imponga el más fuerte, el más rico o el más influyente. La justicia representa un valor de las sociedades basado en colocar a todos en un plano de igualdad y evitar abusos o impunidad.
Lo que estará en juego este 1 de junio, es la idea de lo justo en el país; es la confianza en las instituciones a la usanza del molinero de Sans-Souci:
En 1747 el entonces rey de Prusia, Federico II “El Grande”, decidió construir el castillo de Sans-Souci, pero había un inconveniente: el viejo molino, que obstaculizaba el paisaje a la edificación.
El rey requirió al molinero, el Sr. Graevenitz, a través de una tentadora oferta para que cediera su molino a cambio de tres beneficios: a) ser reubicado en el lugar que eligiera; b) liberarlo para siempre del pago de impuestos; y, c) recibir una indemnización por las molestias.
El molinero rechazó al rey, por lo que éste lo apercibió del modo siguiente: “¿Sabes tú que puedo quitarte el molino sin darse ni siquiera un quinto?”, a lo que Graevenitz con plena conciencia de que en el reino imperaba la justicia, respondió: “Sí. Sé que eso es posible, majestad; pero recuerde usted que hay jueces en Berlín, y que, por ende, muy pronto el molino volvería a mis manos”.
El monarca, la figura más influyente y poderosa de Europa en ese momento, dijo: “Está bien, es tu derecho, quédate con tu molino. Yo buscaré otra solución”.
Lo que está en juego al cruzar la boleta el 1 de junio, es el imperio de la justicia, a la usanza del Molinero de Sans-Souci, o, un país donde el poderoso pueda imponerse.