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La abogacía en la era digital: entre la inteligencia artificial y el humanismo

Por: Greta Lozada Amezcua.

¿Te imaginaste alguna vez que se podrían sintetizar documentos jurídicos en segundos, mejorar tus escritos o consultar bibliografía especializada sin salir de casa?

Ese futuro ya nos alcanzó.

Hoy, el ejercicio del derecho se encuentra frente a un cambio de paradigma impulsado por la digitalización, la inteligencia artificial (IA), de frente a la necesidad de una formación más humana y flexible.

Educación jurídica en tiempos de transformación tecnológica

La enseñanza tradicional del derecho, centrada en clases presenciales y análisis doctrinal, hoy convive —y a veces compite— con plataformas virtuales, algoritmos predictivos y recursos en línea que personalizan el aprendizaje.

La tecnología permite acceder a bibliografía de forma inmediata y abre la puerta a metodologías activas como el aprendizaje por problemas, estudios de casos o clínicas jurídicas digitales.

El reto está en formar personas abogadas capaces no sólo de litigar, sino de operar con solvencia en entornos tecnológicos cambiantes. Necesitamos personas juristas con pensamiento crítico, habilidades digitales, capacidad de análisis y, sobre todo, con una visión ética ante los dilemas que plantea la automatización.

Inteligencia artificial en la práctica jurídica

La IA ya está presente en el mundo del derecho: desde asistentes legales como ROSS, que responden consultas jurídicas con base en miles de precedentes, hasta plataformas como Donotpay, que generan defensas para multas de tránsito, o LexMachina, que predice comportamientos judiciales y estrategias procesales.

Otras herramientas como Modria y Kleros incluso sustituyen mediadores o árbitros humanos, resolviendo disputas en línea mediante algoritmos o jurados descentralizados. Y ni qué decir de Blockchain, que automatiza contratos y transacciones sin necesidad de fedatarios.

Estas soluciones no reemplazan la labor del abogado, pero sí transforman su rol; la persona abogada debe centrarse en el análisis profundo de la estrategia legal y en la atención con enfoque humanista.

El valor del abogado reside hoy en su criterio, su ética y su capacidad de escuchar, comprender y acompañar con empatía.

Hacia una formación jurídica tecnológica y humanista

Frente a estos retos, propongo una reforma profunda en la educación jurídica:

  • Incorporar tecnologías en la enseñanza, incluyendo bases de datos inteligentes y simuladores jurídicos.
  • Integrar la inteligencia artificial en los planes de estudio, para que los estudiantes comprendan tanto su potencial como sus límites éticos.
  • Fortalecer competencias en comunicación y trato humano en el servicio jurídico que fomenten una abogacía más sensible, ética y cercana, mediante talleres de mindfulness, neurolingüística, educación emocional, la enseñanza de métodos de comunicación no violenta, la aplicación de círculos de paz, simulación de casos reales.

Además, es fundamental contar con personas docentes que además de ser expertos en derecho, sean conscientes de que su enseñanza no solo transmite conocimientos, sino que moldea actitudes y valores.

Conclusión

La transformación ya está en marcha. Está en nuestras manos decidir si la observamos desde la distancia o si la asumimos desde el compromiso y la ética.

La intersección entre educación, derecho y tecnología demanda una transformación profunda en la enseñanza jurídica. Es momento de dejar atrás la rigidez tradicional para adoptar modelos flexibles, interdisciplinarios y tecnológicamente actualizados.

Si bien muchas tareas jurídicas han sido asumidas por la tecnología, esto no representa una pérdida, sino una oportunidad: nos permite enfocar nuestra labor en lo que la tecnología no puede hacer, desde la empatía, la ética y el humanismo que ponga al centro la dignidad de las personas; y, al mismo tiempo, nos abre la posibilidad de desarrollarnos personal y profesionalmente en otros ámbitos.

Formar personas abogadas capaces de interactuar con herramientas digitales, sin perder de vista su humanidad, será clave para ejercer una abogacía más integral, sensible y plenamente realizada.

La IA puede optimizar el desempeño de la abogacía pero no reemplaza nuestra vocación por la justicia.

Por eso, el futuro del derecho no está en elegir entre tecnología o humanidad, sino en integrarlas de manera ética, responsable y con compromiso social.

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