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Ética, vocación y diversidad: Claves para un Poder Judicial confiable

Por: Aneshuarely Amarande Riojas Orozco

En México, hablar del Poder Judicial es hablar de la esperanza de millones de personas que, al enfrentarse a un conflicto o a una injusticia, confían en que la justicia sea un camino y no un laberinto. Sin embargo, esa confianza no se gana solo con estructuras institucionales ni con reformas legales. Se construye desde quienes imparten justicia: mujeres y hombres que, además de conocimientos jurídicos, deben tener valores, vocación de servicio, amor y compromiso con el país.

Hay una necesidad urgente por un Poder Judicial que esté conformado por perfiles diversos, por profesionistas del derecho con vocación de servicio. Y esto se traduce en que, dentro de la organización de juzgados, tribunales y la propia Corte, haya tanto personas que han hecho carrera judicial, desde actuarios, secretarios, jueces y magistrados; como también abogadas y abogados que han ejercido la profesión de manera independiente, desde el litigio, la defensa de derechos o el acompañamiento de causas ciudadanas.

Ambos caminos tienen mucho que aportar. La carrera judicial representa disciplina, conocimiento técnico, y una comprensión profunda del funcionamiento interno de los tribunales.  Y Por su parte, quienes son abogados postulantes conocen lo que ocurre fuera del expediente: el sufrimiento de las víctimas, la frustración de los justiciables, las estrategias que muchas veces complican o dilatan la verdad, y las carencias estructurales del sistema.

Hoy México necesita algo distinto, no se trata de enfrentar visiones, sino de complementarlas. La justicia no puede ser ciega a la realidad, ni puede decidir desde una torre de marfil. Necesita sensibilidad social, capacidad de escucha, y sobre todo lealtad, honor y ética. Porque un juez, por más preparado o preparada que esté, si carece de principios, si no cuenta con una vocación de servicio, se convierte en un riesgo para la ciudadanía. Y un sistema que premia solo el mérito técnico, pero no valora el servicio con integridad, está condenado al descrédito, lo que ha pasado con el Poder Judicial.

Hoy más que nunca, debemos exigir un Poder Judicial con corazón y cabeza: con conocimiento jurídico, sí, pero también con conciencia humana. Que actúe sin favoritismos, sin arrogancia, sin privilegios, sin corrupción. Juzgadores que tengan claro que servir no es mandar, sino responder con responsabilidad, comprensión y humanidad a quienes buscan justicia como último recurso.

El México que soñamos más justo, más digno, más libre; solo será posible si quienes imparten justicia lo hacen con vocación y convicción. Por eso es indispensable abrir las puertas a perfiles distintos, pero exigir lo mismo a todos: principios firmes, compromiso ético y un profundo respeto por la dignidad de cada persona que acude ante la ley.

Porque al final del día, no basta con saber derecho. Hay que saber servir.

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