Por Érika Yazmín Zárate Villa
Max Weber en Economía y Sociedad, expresó que la burocracia moderna, con su énfasis en la racionalidad y la impersonalidad, puede parecer contradictoria con la dimensión vocacional del servicio. Y esto no es un mensaje menor o poco importante. Es relevante por la transcendencia del servicio público en la vida de las personas. Lo deseable es que ese servicio público transforme vidas.
El servicio público no es simplemente un trabajo, es un acto empatía y un profundo sentido de responsabilidad. Cada acto de las personas, pero sobre todo de los servidores públicos, debe tener el impulso de actuar en beneficio de los demás. Este ideal es esencial en el servicio público, donde las decisiones tomadas afectan directamente la vida de las personas.
La película Ikiru de Akira Kurosawa es un ejemplo magistral de cómo la vocación de servicio puede transformar la vida de un individuo y, a su vez, impactar a la sociedad. El protagonista, Kanji Watanabe, es un burócrata que ha pasado treinta años de su vida en un trabajo administrativo sin propósito aparente. Al enterarse de que padece un cáncer terminal, Watanabe experimenta una crisis existencial que lo lleva a buscar el significado de su vida.
Watanabe encuentra ese significado en un acto de servicio público: la construcción de un parque infantil en un barrio desfavorecido. Este proyecto, aparentemente modesto, se convierte en su legado y en la prueba tangible de que una vida dedicada al servicio genuino puede trascender incluso a la muerte.
La película enseña la redención personal de Watanabe y destaca cómo un acto de servicio puede resonar más allá de la vida de quien lo realiza, dejando un legado de esperanza y cambio. El protagonista paso de ser un servidor público autómata a un servidor público con vocación de servir a la sociedad, al final comprendió que su trabajo impactaba en la sociedad.
Como señala Yuval Noah Harari en Sapiens: De animales a dioses, los humanos encontramos significado a través de narrativas compartidas. La narrativa de Watanabe se une a la de la sociedad, en la búsqueda de un fin común, el servicio a la sociedad, representado en tener un parque público.
El camino de Watanabe, lamentablemente finaliza y también el nuevo sentido del servicio público porque sus colegas, inicialmente conmovidos por su ejemplo, prometen seguirlo, pero al paso del tiempo regresan a sus hábitos burocráticos, olvidando que el servicio público tiene el valor de transformar vidas.
El tema que nos presenta esa película de Kurosawa es vigente, porque el servicio público y la vocación de servicio son conceptos fundamentales para la construcción de sociedades más justas, solidarias y humanas. En muchas culturas, estos valores se entienden como una responsabilidad ética y social, por ejemplo la tradición africana, a través del concepto de Ubuntu, adquieren una dimensión aún más profunda y transformadora.
Ubuntu, una palabra de origen bantú, se traduce comúnmente como “yo soy porque nosotros somos”. Esta filosofía expresa la interdependencia entre los seres humanos y la importancia de la comunidad en la formación de la identidad individual. Según el texto Ubuntu como vivencia del humanismo africano, Ubuntu no es una idea abstracta, sino una vivencia cotidiana que se manifiesta en la hospitalidad, la solidaridad y el compromiso con el bienestar colectivo.
En el contexto del servicio público, Ubuntu implica que el servidor público no actúa únicamente por deber o por mandato legal, sino por una profunda convicción de que su bienestar está intrínsecamente ligado al de los demás. La vocación de servicio, entonces, se convierte en una expresión de humanidad compartida. Servir a los demás no es un sacrificio, sino una forma de realización personal y comunitaria.
La cultura africana, a través de Ubuntu, enseña que la transformación de vidas ocurre cuando las personas se reconocen mutuamente en su dignidad y valor. El servicio público, inspirado en esta visión, puede ser un motor de cambio social, ya que promueve la empatía, la cooperación y la justicia.
La vocación de servicio, entendida desde Ubuntu, trasciende la mera eficiencia administrativa o la prestación de servicios básicos. Se trata de una actitud vital que transforma tanto al que sirve como al que es servido. Cuando un funcionario público actúa con Ubuntu, su trabajo adquiere un sentido más profundo: contribuye a la construcción de una sociedad donde cada persona se siente reconocida, valorada y cuidada.
En conclusión, el servicio público y la vocación de servicio, iluminados por la filosofía de Ubuntu, tienen un poder transformador que va más allá de la acción individual. Son la base de una cultura de paz, respeto y solidaridad, donde el bienestar de uno es inseparable del bienestar de todos. Adoptar esta perspectiva puede ayudar a transformar no solo instituciones, sino también vidas, comunidades y sociedades enteras.