Por: Victor Hugo González Rodríguez
La tercera parte de la Orestíada de Esquilo, nombrada Las Euménides, narra el juicio de Orestes por el asesinato de su madre, Clitemnestra, quien previamente mató a Agamenón. En el texto, se advierten múltiples aspectos de derecho penal como el delito de homicidio, la fuga de un detenido, la autoría mediata o la del instigador, las causas de justificación, los errores respecto de éstas, la inculpabilidad, las penas y sus fines preventivos especiales, la absolución, para citar algunos ejemplos, pero en este espacio nos interesa destacar un aspecto en particular: la elección de la persona juzgadora.
Atenea es la encargada para decidir si Orestes es responsable de matar a su madre. En calidad de acusador el Coro de las Euménides solicita se le declare culpable y se le castigue. Para decidir, Atenea dice: “Luego de haber elegido a los mejores de entre los de mi Ciudad, volveré con ellos, para que decidan equitativamente acerca de esto”.
La pregunta es: ¿por qué Atenea necesita de los mejores para decidir? Los necesita porque juzgar es una tarea compleja que requiere –continuando con el texto- de la equidad.
La equidad se refiere a la imparcialidad, al reconocimiento de las diferencias y, desde luego, a la justicia; a la correcta comprensión de la principal ley de la naturaleza, como lo alude Hobbes.
Establecer quién de los dos tiene la razón, Euménides u Orestes, requiere de un trabajo intelectual basado en enmarcar los hechos y las pruebas dentro de los mandamientos de Zeus (que en éste caso representa la ley). Lograrlo depende de un proceso cognositivo de quien, alejado de intereses, habrá de juzgar.
Juzgar es tomar una decisión, estableciendo si Orestes efectivamente cometió un delito al hundir con su mano la espada en la garganta de su madre. A simple vista parece una decisión sencilla, pues no hay duda del asesinato. No obstante, la versión de Euménides, e incluso el propio reconocimiento de Orestes de haber realizado la conducta, debe ser analizada a la luz de lo expuesto, al menos, por Apolo, quien previamente había purificado del crimen a Orestes, aludiendo, principalmente, que Clitemnestra, a su vez, mató a Agamenón.
Independientemente de que Orestes ya había sido juzgado, y por ello, ya no podría nuevamente recibir un veredicto, Atenea se hace acompañar de los “mejores” de su Ciudad, para garantizar con ello que será tomada la mejor decisión, pues los más aptos, suelen equivocarse menos. Además, Atenea integra un colegio, es decir, se hace acompañar de los mejores porque sabe que en conjunto se toman mejores decisiones, pues la experiencia y el conocimiento crecen habiendo más personas.
En definitiva, la obra de Esquilo, es un claro ejemplo de lo mejor en la selección de las personas juzgadoras. Por la trascendencia de lo que resuelven y la dificultad que representa juzgar a un semejante, los mejores son a quienes debe encomendarse esa tarea.
En la historia, Atena absuelve a Orestes de la acusación de asesinato, ¿la razón?: los sufragios están en igual número por ambas partes.