José Guillermo Silva Aguilar
En el contexto actual de nuestro país, en el que se continúa construyendo una democracia que requiere ser fortalecida y preservada, la necesidad de que las personas cuenten con información accesible, veraz y oportuna adquiere gran relevancia al ser un elemento indispensable para consolidar, como parte integral de ese régimen, una sociedad crítica y participativa, donde exista un vigoroso debate público sobre los temas de interés colectivo. Un debate que sea objetivo, plural, incluyente, respetuoso y, sobre todo, informado, es decir, alejado de meras creencias, pareceres o suposiciones, sin quedar subordinado a intereses políticos, ideológicos o de cualquier índole.
Hasta años recientes, las necesidades informativas de la sociedad fueron satisfechas, fundamentalmente, mediante el ejercicio de la labor periodística que se difundía a través de los ahora llamados “medios tradicionales de comunicación”, como la prensa escrita, la radio y televisión, los cuales, si bien nunca alcanzaron una cobertura total de la población y tampoco estuvieron libres de cuestionamientos sobre su imparcialidad, así como respecto a la pertinencia de sus contenidos, lo cierto es que lograron tener incidencia y acompañaron los grandes cambios y transformaciones que, en cuestiones democráticas, vivió nuestro país en el último cuarto del siglo XX e inicios del siglo XXI, con el surgimiento de un periodismo más autónomo e independiente de autoridades y gobiernos.
El alcance y sentido de los derechos involucrados en la labor periodística están definidos en diversos instrumentos, tanto a nivel nacional como internacional, destacando en ello los artículos 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; así como 6º y 7º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, además de ser desarrollados por diversos criterios jurisprudenciales, tanto de la Corte Interamericana de Derechos Humanos como de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En su definición más básica, ejercer el periodismo implica investigar, recabar información, analizarla, sintetizarla y divulgarla, poniéndola a disposición del público o audiencia en formatos sencillos y accesibles, con el propósito de propiciar que las personas, no sólo puedan conocer esa información, sino también formarse una opinión sobre asuntos o temas de relevancia como el buen manejo de los recursos del Estado o el desempeño de los cargos públicos, con lo cual se fortalece la transparencia, la rendición de cuentas y, como consecuencia, la institucionalidad democrática.
Esta concepción de la actividad periodística se ha visto transformada con el desarrollo de nuevas tecnologías que han abierto la posibilidad de que cualquier persona, sin pertenecer formalmente a un medio tradicional, pueda generar con un dispositivo común, como es un teléfono celular, contenidos informativos que tengan proyección mundial en cuestión de segundos.
La distinción entre periodistas y medios se ha hecho cada vez más notoria e, inclusive, el concepto mismo de periodista se ha visto modificado para abarcar a cualquier persona que “difunda información con relevancia social, con independencia del medio de comunicación en el que se desempeñe (radio, televisión o blogs en internet), si está asociado a algún medio, ejerce su profesión en forma independiente, si realiza dicha actividad de manera habitual o permanente”, según lo determinó la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el Amparo en Revisión 1422/2015.
Es innegable que el ejercicio de la labor periodística debe adaptarse a los tiempos y evolucionar con la realidad del país, conforme a sus circunstancias políticas, económicas, sociales o tecnológicas, pero es claro que esta evolución ha traído diversos retos y nos ha impuesto múltiples desafíos.
Entre estos destaca la urgencia de hacer frente a la desinformación y a la mala información cada vez más frecuentes, que ponen en riesgo el que otros derechos sen vigentes, afectando la cohesión y solidez de nuestro tejido social pues son la puerta de entrada para que cuestiones como los discursos de odio o polarizantes se naturalicen dentro de la sociedad, propiciando que